Autoprotección – do’s & do’s

"If you cannot decide, the answer is no."

He estado pensando sobre aprendizaje, pero para el detrimento de mi neuroplasticidad, no en el que obtienes leyendo. Mi cabeza ha gravitado hacia su parte empírica, aquella inaccesible a los sabelotodos y solo alcanzable al autoconsciente. “Umbral de vida”, le diría. Corresponde a la colección de verdades fundamentales que descubrimos tanto haciendo, como deshaciendo. 

Al inicio, toma de input todo. De niños somos pésimos captando matices, por lo que su calidad default depende de la suerte individual. Vaya, el umbral del cuidado es diametralmente opuesto al del abuso. Tengo la suerte de poseer el primero. No puedo hablar por el segundo, entonces me limitaré a terreno neutro diciendo que crecer causa que capte menos cosas. Y que por mero sesgo de confirmación, éste tenderá a recibir nociones afines a la naturaleza de su cuna.

De buena o mala calidad, lo cierto es que el umbral de vida demanda ser personalizado una vez que cumples cierta edad. El tema es que hacerlo no es fácil, ni mucho menos común. Pasa que estas reflexiones (según yo) están padres, sin embargo, eso no quita el hecho de que vivimos en un mundo material. Las herramientas poseídas por una vasta mayoría, de indistinto patrimonio monetario, no son precisamente ideales para existir ni sana ni auténticamente. 

Es aquí cuando pierdo a algunos lectores, pues hablaré directo a quienes son igual de suertudos que yo, o a quienes tengan voluntad férrea y visión de túnel. Va así: si en ti reconoces potencial, probablemente también has descubierto que vives en una jungla. En un lugar de prioridades establecidas inconsistentemente, y estructuras ideadas por gente no más inteligente que tú. Bajo esta premisa, como diría Italo Calvino, el mero acto de vivir se convierte en un ejercicio de reconocer quién/qué no es infierno. O jungla, da lo mismo. Calvino es mejor que yo, entonces me quedaría con lo del infierno.

Ser hábil en ello es lo que debería propulsar cualquier paso hacia adelante en la adultez. En lo personal, sé que existe algo en mí, aunque quizás aún no tenga las palabras para nombrarlo. Solo sé que es lo suficientemente valioso para ser resguardado. Considero, no por nada más que por intuición, que su integridad depende de lo que elijo bienvenir a mi umbral de vida.

Para cerrar, debo reconocer que soy humano. De a ratos, uno medio ingenuo. Una vez que empiezas a construir tu paraíso en el infierno, la dificultad está en saber cuándo dejar de estirar la liga – en ver cuándo es que debes cesar tus intentos de expansión para mirar hacia adentro. A veces, sucede que tus circunstancias se asemejan a una reunión súper extraña celebrada entre ángeles, demonios, otakus, y gente común. Esta clase de incertidumbre ciega. En nombre del crecimiento propio, uno intenta rescatar pedazos de paraíso, inadvertido de que para nada están donde se buscan.

Como estoy surcando esto en tiempo real, no tengo todas las respuestas. Lo único que recetaría universalmente sería usar aquello que causa emoción genuina como brújula confiable.

bye