El gato de Schrödinger

"Let justice be done though the heavens fall."

En 2021, elegí estudiar Ingeniería en Software. Un año después descubrí que Sillicon Valley no era para mí, y decidí que mi vocación estaba en magnificar ideas utilizando equipo audiovisual a sobreprecio. Me decanté por CompSci sintiéndome fascinado por la densa teoría detrás del machine learning. Puede que algún día la entienda, aunque me temo que eso hoy no sucederá. Ni mañana. En mi pirámide de prioridades, dicho interés posa sobre la base, así compartiendo espacio con menesteres como certificaciones para genealogistas junior. No por nada, algo me dice que esas divagaciones no le corresponden a un veinteañero con poco tiempo, marcadas inclinaciones profesionales, y algunas ideas no-pésimas. 

Aun así, a veces me quita el sueño, no tanto por estar al filo de un aplastante descubrimiento sobre el tema, pero sí debido a que este continúa existiendo dentro mío. Evito desecharlo porque se sentiría profundamente inauténtico, y eso provoca que me haga preguntas. Contribuye a la presión que siento por definirme, aquella que adopté por inercia en la pubertad. La misma que asociaba “oro” con el paso de algún compañero carismático, y “carbón” con mi accionar desorganizado, crudo como mencionar machine learning sin dar pistas del punchline. Desde hace tiempo probé que no ofrezco carbón, entonces ha cambiado de discurso. Pero siempre tiende a ser retadora. Entonces, como ando impaciente, le quiero contestar – capaz logro desentrañar una verdad digna de compartir.

Aunque me gustan las palabras, no soy un intelectual. Tampoco creo que me quede la artisteada. Últimamente, he agarrado la maña de llamarme “solo un constructor más”: alguien cuyas iniciativas responden a un anhelo medio irracional de dejar una marca en el mundo. Le digo maña porque lo de “solo uno más” es mentira. Como hay muchas cosas que no he hecho aún, me sirve para tener los pies en la tierra. La realidad es que, a pesar de querer ganarme mi lugar en varias mesas, no estaré en paz hasta crear la mía. En resumidas cuentas, eso implica que todo lo que pasa por mí se convierte en bloque. Todo. Tengo un gran respeto por el conocimiento, pero nunca veré una disciplina con ojos que pierdan de vista su lugar en mi proyecto.

Para muestra un botón: llevo días pensando en una noción súper normie, pero igual de distante que el mentado machine learning. Hablo del gato de Schrödinger, experimento mental que sirve para estudiar física cuántica, o para hacer metáforas raras. Oh sorpresa, haremos lo segundo, pues quiero rematar mi respuesta hacia las interrogantes que me tienen bajo presión. Para lograrlo, es necesario delimitar variables. Primero que nada, veo la caja como algo a rasgar gradualmente, no a abrir de jalón. Las certezas recopiladas por dicho proceso son las piezas sueltas presentes en la vida común. En mi caso, contemplan cosas como intereses extraños, habilidades sin usar o ambigüedades entre pares. Con respecto al gato, lo definí como “lo que me gustaría que fuera de lo poco que sé”. Por último, conjeturé que lo revelado por las rasgaduras es proporcional al accionar individual, el cuál es inestable por definición. No puede mantener un ritmo fijo, pues la posibilidad de ver al gato muerto nunca es de descartar. He ahí la tercera variable: el miedo.

Creo que es una forma interesante de ver las cosas, porque aplica en muchas ocasiones. Últimamente, me he sentido bajo la urgencia de averiguar el estado de varios gatos que tengo bajo mira. Supongo que ha de ser el caso de algunos. Si de algo sirve, todo me apunta a que ver felinos muertos en demasía da un poco igual. Vivir, le dicen por ahí. 

Slds