A los que allanaron el camino

“The only reward of virtue is virtue” - Ralph Waldo Emerson

De vez en cuando peco de idealista, y se me olvida aquel popular refrán sobre el hubiera. Para muestra un botón: no parezco sacudirme de la cabeza lo cómodo que me habría sentido creciendo con amigos que fueran a mi ritmo. Los efectos de esta “nostalgia por lo que nunca fue” los veo más agudizados en el momento de la comparación – aquel en donde veo a mi alrededor, y caigo en cuenta de que conozco a muchas amistades que aparentan haber formado un vínculo duradero desde corta edad. Esto, oh sorpresa… no fue mi caso con casi nadie. Veo a mis amistades de la primaria/secundaria, y si bien no las desprecio, tampoco tengo gran interés en ver qué ha sido de sus vidas. Y la escasa minoría que logra saltarse esta barrera de profunda indiferencia, se ve opacada tanto por cuestión de porcentaje (1%), como por el hecho de que la frecuencia de nuestras interacciones a lo mucho roza lo semestral. Entonces, evidentemente, no encajaría de ninguna manera en una reunión pequeña de ex-compañeros “veteranos”, pues ni siquiera lo haría en una que contemplara a la generación entera que presenció el descenso de mis testículos.

Las razones detrás de ello las tengo claras, pero prefiero ahorrármelas. Me gusta compartir mini-historias personales que revelan facetas de mi carácter relevantes al tema tratado… no contar mi vida. Considero pertinente continuar con un razonamiento que me ha servido como antídoto para los “hubieras” nostálgicos, y va así: toda persona que conozcas tiene valor si aprendes a ubicarla en tu narrativa individual. O como diría el new age de olor cuestionable de tu salón, “la gente cumple su ciclo y luego se va”. Prefiero mi phrasing, excluyendo al obvio factor arrogante, debido a que lo percibo más accionable. Descompone el problema de sentirte desanimado por la impermanencia de tus conexiones de manera en que terminamos con un input (personas de significado ambiguo), un tweak (contarte una buena mentira), y un output (dejar de sentirte rarillo). Lo padre de la oración es que, si se dan cuenta, su estructura es bastante replicable a la hora de generar antídotos para otros males ya delimitados por nuestra pluma. En lo personal, veo muy deseable abordar las cosas de esta manera, abrazando el pragmatismo y dejando de lado las frases de microondas – que si bien a veces son ciertas, son solo moldes poligonales indiferentes a la forma irregular de nuestras verdaderas necesidades. 

Resumiendo… 1- razonar es mejor que repetir, y 2- encuentro paz al verificar que todo en mi vida va bien, independientemente de las comparaciones estúpidas que a veces el cerebro hace por default. En realidad, no me falta ni me sobra nadie. Concluyo extendiendo este artículo, aparte de al lector común que pueda encontrar útiles mis chaquetas mentales, a todos aquellos que me ayudaron a evolucionar de la manera correcta. Se les considera siempre – independientemente de si ahora hablamos mucho, poco, o nada.