Bajo nuestro sistema de producción actual, lo único vitalmente necesario es el generar capital. Puedes ser lo que sea – pero seguido de tu etiqueta de “ingeniero”, “doctor”, “artista” o incluso “chamán”, debe de haber un net worth considerable para que te tomen en cuenta. Tenga o no mis reservas al respecto de cómo funcionan las cosas en la actualidad, la verdad es que prefiero ahorrármelas. Para críticas estructuradas al capitalismo es preferible acudir a un intelectual serio, y decidir por ustedes mismos si están de acuerdo con él, o si sus ideas rozan demasiado al manifiesto Unabomber para su gusto. Recomendaría un punto intermedio – entendido como poner atención a las muchas fallas presentes en el actual sistema, pero aun así atender responsabilidades individuales sin rechiste alguno.
Lo que si planeo criticar es la nefasta manera de pensar que este hecho ha generado: aquella que se maravilla por ropa Philipp Plein y jets privados, mientras convenientemente ignora el valor real que los dueños de tan preciados bienes han generado ya ni siquiera para el mundo – si no para ellos mismos. Sin proceder con particular violencia contra ningún arquetipo de persona, puesto que nadie elige el sistema de valores que se le inculca, señalaré que a veces no hay nada detrás de máscaras impolutas de ese estilo. Son una gran ventaja, pues el condicionamiento social que te da nacer en una familia con recursos suficientes puede determinar casi por completo tu paradero en la adultez. Pero por experiencia, al ya partir de dicho escalón, uno eventualmente debe abandonar la prepubescencia mental y vivir en el mundo real. Ahí, el mérito verdadero – aquel que te hace sentir suficiente – no se encuentra en la generación de riqueza ad infinitum, o en seguir adquiriendo símbolos de estatus con el fin de impresionar a personas sin mucho cerebro, pero bastantes complejos. El dónde se encuentra es algo que tampoco sé, pero sí sé que el camino hacia ello tiene que ver más con Jean-Paul Sartre (“Soy lo que hago con lo que hicieron de mí”) que con Gary Vaynerchuk o Carlos Muñoz.
Ahora bien, el dinero sí que es importante, en especial cuando estás comenzando un proyecto a largo plazo. En economía naranja, comprender la necesidad de un flujo sólido y escalable de ingresos separa a los creativos pobres de los creativos ricos, y no sé ustedes… pero yo quiero vivir bien. Si eso implica tener que poner particular foco al aspecto cuantitativo de mi trabajo en algún momento, definitivamente lo voy a hacer. Dicho todo esto, he de concluir con que soy gran partidario de que todos tenemos la prioritaria e innegociable responsabilidad de asegurarnos un futuro mejor. Pero también considero igual de elemental cuidar de nuestro mundo interno – esto para poder construir con buen criterio sobre dicho futuro cuando llegue.
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