Sin retorno

there is always a wrong to your right

Hoy, hablaremos sobre movilidad. Le veo dos caras a esta moneda: 

  1. La literal: Sin desarrollar demasiado, estoy viviendo un periodo de transición familiar importantísimo. Desplazarse entre ciudades te aturde: una te recuerda tus raíces, otra lo que debes probar, y otra, lo que quieres conquistar. Si bien siento intacta mi identidad, algo queda claro – de no desafiarla, no avanzaré. Lo bueno en mí, sólo brillará si aprendo a traducirme, tipo de somalí a inglés: mantener la esencia propia, y volverla global. Bajo estos términos, mi lugar pasa a depender de acciones, nunca de juicios. Eso es lo que siempre quise… lo complicado fue asumirlo. Se me permitió sólo observar por mucho tiempo, pues el entorno era pequeño, casi absurdo. Antes la coartada era: “bueno, lo intenté, pero pocos me entienden, e igual no me quedaré aquí”. Hoy, ya no tengo excusas. Aunque siento muchísimo miedo, sé que del otro lado está mi libertad. Si hago todo bien, cada nuevo suelo terminará por reconocerme como suyo.

  1. La interna: Llevo rato ensayando múltiples versiones de mí mismo, cada una adaptada a mis alrededores. No es como un intercambio, donde hay ida y vuelta asegurada. Aquí, no hay regreso: todo tránsito deja marcas imposibles de enterrar en geografía distante. Súmale lo que arrastro yo mismo… amigos perdidos, algunos otros ambiguos, y todo lo que nunca aprendí a decir. ¿El resultado? Estoy atrapado entre tres códigos distintos, todos igual de pesados, hiperconsciente de dónde quiero ir, pero demasiado herido para caminar. Se condensa mejor en una pesadilla de hace poco – la describiré en abstracto. Era una persecución triple: mi futuro huía de mí, mientras yo huía de mi pasado. Al final, no sólo fallaba en alcanzarlo… el pasado me tomó de rehén. Me da pavor que eso suceda.

Veo lo que sigue. Me imagino construyendo una nueva base, rodeado de buenos aliados, retomando el retorcido sentido del humor que tanto extraño. ¿Pero dónde se supone que vaya hoy, mejor colocado y aún tan desprovisto de compañía? A pesar de todo, tal vez habría sido más sencillo ser finance bro – los chalecos Patagonia siguen haciéndome ojitos. Excluyendo tanto cocaína como resentimiento maternal, quizás sus planes de fin me acomoden mejor. No lo sé… ¿a quién carajos le contaría esto?

La tranquilidad llega, aunque en oleadas. Por ahora, la encuentro en no soltar mi voz. Lloré con el nuevo episodio de Peacemaker, entonces, no quiero exigirme nada más por el momento.

Saludos,

R