Sobre la decisión de estar: crónica de un final

...

Falta menos de un año para graduarme. Estoy aterrorizado… entonces, ahí les va un primer ajuste de cuentas con lo vivido. En una de esas, así espabilo.

“Estar” es nuestra palabra de hoy. Mi relación con ella siempre osciló entre dos polos – defensa, y deseo. El primero es costumbre. Debido a mi sensibilidad, aprendí a enterrarme en ironías cuando no me encanta lo que veo. El segundo es esfuerzo: picar piedra, contarme cuentos bonitos, y entregar presencia cuando lo curioso le gana a lo incómodo. Está condicionado por la creencia (ilusa como ella misma) de que, si me abro lo suficiente, algún día encontraré donde quedarme.

Estoy harto de ambos polos. La razón es simple… ninguno contempla mi voluntad real.  Detrás, solo hay miedo profundo, así como una muy mal articulada necesidad de correspondencia. Si bien he aprendido mucho existiendo de esta manera, no puedo seguir así sin sentir que me traiciono, o que me lastimo. Establecido esto, propongo una tercera vía:

Decisión.

Las contradicciones están presentes en mí, en el otro, ¡en el mismo aire! Nunca van a desaparecer. Muchas veces, tampoco darán demasiado de sí. Me repito esto toooodo el tiempo, porque se me olvida: “La contradicción es el mensaje”. Si hay algo detrás, sale solito… no se mina, ni se gana, ni se extrae como tesoro, por más intrigante que resulte una incoherencia. 

Así de sencillo se desmantela todo afán por encontrar significado en lo insuficiente, en la obra negra, en las promesas de peda. Es igual de liberador que de confrontante. ¿Cuánto he dado de mí para sostener farsas, donde la moneda de cambio es aparentar, y el márgen de ganancia ni se habla? Es como checar tu portafolio de inversiones, sólo para averiguar que tu lana se está fugando a Ciudad Maderas Fresnillo. ¡Y a todos nos pasa! Obrar así parece ser parte de nosotros. No pretendo librarme de ello, pero si apostar por mi criterio. Tanto la defensa como el deseo (estar vs. no estar, en otras palabras), han de ocupar espacio sólo si se les ve cauce. 

Me encuentro en la recta final de la universidad. Sería lastimoso irme sin estar en paz con mis fallas. Supongo que, al final, no se trata de ser perfecto, si no de mejorar mientras se sostiene la verdad propia. Mi verdad es la siguiente:

Soy muy independiente. Sin embargo, tengo mucho más que eso para dar. Me remitiré a una frase adoptada hace algo de tiempo:

“Soy humano, nada humano me es ajeno”.

Saberlo me hizo generoso, mejor compañero, buen interlocutor. Eso no quita que ser consciente también llama a proteger dicha humanidad. Llevo rato haciéndolo, pues temo malbaratarla. Queda en mí trabajar, conocer, y aprovechar el próximo cauce que me llegue.

No estar dista del glamour, de lo aceptable, de lo valorado. Pero a veces, es todo lo que uno tiene.