Equilibrando la balanza

“If we treat people as they are, we make them worse. If we treat people as they ought to be, we help them become what they are capable of becoming.” (Goethe)

A veces, uno se cicla. Por eso, en especial en lo que a escritura se refiere, creo que replantearte tu rumbo constantemente es fundamental para seguir generando ideas sobre las cuáles construir. Va más allá de buscar nuevas experiencias o de consumir contenido diferente, esto se trata de perseguir la falta de confort necesaria para hacerte cambiar, y por ende, tener nuevas cosas valiosas que aportar. Retomando una frase que exploré en este blog con anterioridad… uno no puede escribir sin indirectamente hablar de su vida. Y si dicha vida se encuentra desprovista de shifts internos, lo que proyectes hacia el mundo será todo menos interesante. Creo que de esto último es de lo que he pecado, y si bien no me mortifica, tampoco me entusiasma continuar haciéndolo. 

Desarrollemos. Tiendo bastante a meditar sobre mi relación con el mundo que me rodea, y usualmente sólo comparto mis reflexiones con mis seres queridos cercanos, o con mi teclado. Por ende, estoy acostumbrado a recibir estímulos bastante constantes en lo que a su naturaleza se refiere: ya me los sé todos. Soy contraargumentado por mi interlocutor, me quedo pensando, escribo, y dependiendo de mi disposición, termino soltando mi necedad solo después de recurrir a GPT-4 para correcciones de estilo. Estar familiarizado con este ciclo me ha enseñado que las ideas brillantes, junto a los cambios de opinión que usualmente las propician, no vienen de la noche a la mañana. No queda de otra más que disfrutar el proceso, y por entender eso mismo, he mantenido constante mi escritura a pesar de no publicarla. Su temporal privatización se debió a que ideas como “la gente es pendeja”, “mi legado me importa demasiado”, y “me hace falta una buena peda de manera urgente” se observan como patrones demasiado evidentes en mis textos, y fallan en hacer justicia al diálogo dentro mío que propicia crecimiento. Si acaso, representan estancamiento, por más que las maquille con sensatez, matices u oraciones bien hiladas.

Dicho esto, compartiré una de las nociones que más me han interesado en estos días, y que creo que me ayudará bastante en lo que al mediano plazo se refiere: no podemos crecer sin los demás. Y con “los demás” no me refiero a lo obvio, que podría ser interpretado como tu familia o “tu tribu de nación” – más bien, englobo con ello a todo aquel que te topes en la vida. Por poner un ejemplo, la formación de hábitos fuertes, como podría ser el ir a correr todos los días, se facilita muchísimo si tienes unos dos amigos que te esperan en el mismo lugar todas las mañanas. O vayámonos más lejos, y mencionemos que la detonación de incógnitas significativas para nuestro rumbo individual, a veces es originada por interacciones breves con personas que topamos muy poco seguido. A mí, en particular, esto último me ha pasado mucho… incluso con gente que probablemente no volveré a ver en mi vida, y cuyos nombres tengo borrosos. Hemos, entonces, de reconocer la importancia de tratar al de junto como lo que es: un fin en sí mismo. Si queremos planear todo desde un ángulo utilitario, sólo terminaremos peor de lo que empezamos. Bien lo decían los griegos.

Ánimo y saludos.