Brillando en sociedad

"Algún día, alguien de mi familia se irá lejos, ampliará su mundo, y regresará a mandar a toda esta bola de pendejos." - Gustavo R. Godos

No tuve la fortuna de conocer a mi Señor Abuelo, y aún así, su frase la sentí muy cerca desde el momento en el que se me “heredó”. De hecho, explica tanto… es una buena condensación de algo que corre en familia: la crítica fundamentada (y a ratos despiadada) de nuestro entorno, combinada con un deseo insaciable de cambiarlo. Seguro – quizás puede ser percibida como agresiva, pero me agrada la crudeza con la que nos divide de los demás. Si bien no es pertinente juzgar la valía de una persona en base a su mérito intelectual, tampoco lo es ignorar tus diferencias con ella. 

Esto me recuerda, en cierto sentido, a un pasaje de Schopenhauer que leí hace tiempo. A pesar de no entender al hombre en absoluto, pues nunca he tenido las agallas de leerlo con seriedad, se me quedó grabado: describía a la sociedad como una fogata. Si te acercas demasiado a ella, te “quemarás”, y probablemente recurrirás al extremo de la solitud para evitar futuras heridas. El, sin embargo, recetaba sabiduría en vez de reclusión – calentamiento razonable en lugar de muerte por hipotermia. Señalaba la naturaleza ocasionalmente desagradable de la masa, y aún así no se alejaba de ella, pues sabía que la necesitaba para no volverse loco. Entonces, no sé si Don Gustavo leyó a Schopenhauer, pero creo que estaría de acuerdo con él. A pesar de percibirse como diferente a la mayoría, mi abuelo conocía bien las virtudes de brillar en sociedad. Su meta no sólo era hacer eso mismo – si no liderar, y por tanto, llevar a cabo su visión. 

A medida que crezco, más me doy cuenta de las notables incompatibilidades que tengo con la abrumante mayoría de personas que me rodean, y creo no ser el único, pues madurar implica comprenderte en contraste a lo que no eres tú. Asumir tus cualidades, junto a la rareza de las mismas, toma toda una vida – a mí, por ejemplo, me tocó pasar por varias etapas antes de procesarlas decentemente. Ya fui un completo errante, ya fui nerd, ya fui desmadroso, ya fui ““““popular””””, ya fui un aislado… y ahora quiero dar representación a algo que sea fiel a los matices presentes en mi verdadero carácter. Soy afortunado: la noción de buscar mi “distancia ideal” de la fogata me la hicieron comprender desde hace mucho tiempo. Lo único que me ha correspondido es experimentar, sanar quemaduras, y volver a mi cometido con mayor consciencia.

Este artículo pretende recomendar la racionalidad como medio para coexistir adecuadamente en colectivo. Es algo digno de considerar, porque el fuego quema… pero también calienta. Y el frío, aunque reconforte al principio, congela.